La trampa de
los espejos imaginarios:
Cada vez que en ellos
me escudriño
invento o encuentro
nuevas fealdades,
revolucionarios
desperfectos genéticos.
El mundo de
los otros, de esos
seres agresivos,
es un campo de juego
inhóspito
y casi siempre lúgubre.
Y, de nuevo, a la deriva
en un mar de minas.
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